15 mar 2015

CAfé QuEmadO



El café se ha vuelto a quemar, tiene que cambiar la goma de su destartalada cafetera, como si fuera el recambio de un corazón herido, lo postergara una vez más. 

Es ya la razón de una nueva bronca mañanera, el sabor rancio, quemado, amargo del café, que no se arregla por mucha píldora de azúcar que se tome. 

Amanece en febrero, frío y gris, ya no pone la radio, ya no lee el periódico, ni enchufa la televisión, ha empezado un nuevo año perdiendo la esperanza en el cambio, perdiendo la ilusión, desilusionada por la realidad del asfalto cotidiano, la desidia de las mentiras maquilladas con coloretes descoloridos. 

Parada para un café no quemado, de nuevo sentada en la esquina más oscura de cualquier bar, de cualquier barrio escucha a la gente, a la gente…cuantos más deberían pararse a escuchar…desidia, desidia, desidia…no hay más. Unos entran y salen, salen y entran, esperando el cambio, pero no demasiado, volver a la ilusión a la ilusión de la clase media. No hay fuerzas para darle la vuelta a la tortilla, o tal vez la sartén pese demasiado. 

Ambiciones de poder diluido, entre manos iguales a otras manos, distintos guantes, mismos nudillos. Historias que le recuerdan otra historia, promesas en cafés descafeinados en estanterías de supermercados demasiado altas.

Volver a salir y ocuparse en sobrevivir, cada día, día a día, día tras día…día…día.

Mejor enchufar la música que la saque de la realidad mientras el metro se llena de viejas expresiones de desanimo, pareciera que todos los días fueran lunes. Algunos dicen que todo pasó, otros que el momento va a llegar; pero algo en esos ojos perdidos la dicen que nada va a cambiar, o que todo va a cambiar para seguir todo igual…y siente tristeza, tristeza por aquellos que levantaron el puño, el alma, el corazón y la voz y ahora callan a fuerza de promesas y mañana callaran…callarán.

Camina por el centro de la ciudad, las cadenas de la esclavitud se han instalado para encadenar nuestro presente, sentenciar nuestro futuro en ciclos de rebajas y nuevas temporadas, algo se mueve, y no son los corazones bombeando rojo sangre, no son las ganas de soñar. 

Revelarse ante la tontuna imperante a base de vestidos de colores prohibidos y bailes en garitos a media luz, volar sobre corcheas de verdades efímeras y besos robados en rincones perdidos.

Y mañana el café se volverá a quemar…y mañana será otro día; tal vez mañana cambie por fin la goma rota de mi cafetera destartalada.

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