Esta mañana es como otra mañana cualquiera, no hay
grandes diferencias, salir corriendo de casa para no llegar tarde a currar y
menos tal y como están las cosas…., eso me hace pensar cada día, en eso de cómo
están las cosas… Me miro al espejo y pienso: vivo en un barrio trabajador,
obrero, movilizado, vivo en Carabanchel donde las personas se preocupan por las
personas dónde cada día en las plazas se respira solidaridad y movilización y
me siento bien, porque sé que en mi barrio a las personas les importan las
personas, porque ese es el espíritu que cambiara ese “como están las cosas”. Me
tomo el café renovada de energía y salgo corriendo hacia el curro…
Pero esta mañana es diferente, todos los días están
ahí, pero no los miro, pasan desapercibidos, en los parabrisas de los coches,
de todos los coches del barrio, durante la noche se han llenado de esas
misteriosas octavillas, del tamaño de una tarjeta de visita, para que te las
puedas guardar discretamente, cada día en tu parabrisas se abre el mercado de
la carne. No tengo coche, pero he cogido una: “las chicas mas calientes”
“latinas serviciales” “hacemos realidad tus deseos” “jóvenes asiáticas” y un
largo etcétera de consignas publicitarias con el único objetivo de venderte sexo
y que tú compres carne, que tú compres personas.
Rápido me surge la pregunta, las preguntas: ¿quién
está detrás, quién se lucra, quién se beneficia, quién es vendida en el mercado
de la carne, quién demanda?…y ¿por qué
la sociedad le da la espalda?, ¿por qué no surge ese espíritu solidario?, ¿es
que ya no somos personas que se preocupan de personas?? Me dirijo al metro con
mi octavilla arrugada en el bolsillo mientras trato de aclararme estas
preguntas, mientras trato de arrojar luz…poco a poco….
Realidades-mercado
Y que hay detrás de la portada de revista, detrás
de la sonrisa de porcelana, detrás de cada ilusión rota. Las noticias de vez en
cuando hablan de mujeres rescatadas de redes de traficantes de carne, de
tratantes de mujeres, y nos parecen historias
del más allá de otra época y otro lugar. Y sin embargo son historias de esta
época y este lugar. Son las realidades detrás de la octavilla, detrás de los
anuncios.
La trata de personas, de mujeres y niñas para el consumo
sexual existe a día de hoy, en pleno siglo XXI, en una sociedad “desarrollada”,
en nuestra ciudad, en nuestro barrio. Las dinámicas del consumo sexual son análogas
a las dinámicas de consumo de…coches. La oferta de carne, carne de mujer para
la satisfacción sexual de un concepto de masculinidad esta impresa en las
tarjetas que cada mañana pueblan nuestras calles. Y detrás del mercado está el
producto; cuerpos de mujer, asiáticas, latinas, mulatas, jovencitas, maduritas,
complacientes…sumisas,…esclavas.
Esclavas engañadas, esclavas atemorizadas,
maltratadas, violentadas y violadas, atrapadas en cárceles de cristal y chicle
de sandia, de tacones con lentejuelas y falsas sonrisas de mermelada; esclavas
de sus circunstancias; esclavas del capitalismo, del machismo. Esclavas de
sueños truncados y lágrimas secas sobre corazones rasgados por el miedo.
Demandantes
La oferta depende de la demanda y la demanda cada
vez es mayor, no hay un perfil de demandante, ya no podemos hablar de hombres
solos, enfermos, desahuciados de la vida de pareja, asociales…no el perfil del
demandante es todos los hombres que se llamen hombres, ese concepto de hombre,
de masculinidad que el patriarcado ha impuesto a través de los siglos.
La masculinidad de la dominación, la sexualidad de
la guerra de los sexos y la lucha por el poder en camas desteñidas con sangre
de mujer.
Hombres y mujeres que juzgan a esas mujeres como
apestadas, presas de una conciencia de la competitividad y la dominación
enfermiza sobre la fragilidad de cuerpos sin esperanzas. Patriarcado en estado
puro sin tapujos ni eufemismos. La demanda la constituyen y la juzgan personas
que están lejos de nuevas formas de relaciones entre los sexos, relaciones de
igualdad, de amor y sexo sinceras, entre iguales; de hombres y mujeres nuevas
para sociedades nuevas, democráticas, solidarias, sociales.
Silencio
social, conveniencia, connivencia.
En realidad cualquiera de nosotras y nosotros podríamos
ser…somos demandantes con una venda en los ojos, cada día al pasear por las
calles del barrio volvemos la vista para no ver las octavillas en los cristales
de las aceras, para no ser conscientes de esa realidad, para no admitir que
dejamos de ser, por un momento, personas que se preocupan por las personas.
Beneficiarios
No es la obtención de placer inmediato lo que crea
el beneficio de las mujeres que son tratadas y obligadas a prostituirse bajo el
control del miedo, la ignorancia y la falta de esperanzas.
No. Los beneficiarios de todo estos son aquellos
que ponen la publicidad en los periódicos, en los cristales de los coches, en
la hora golfa de las televisiones, quienes lo ponen y quienes cobran por
ponerlo. No es ella la que cuenta la recaudación de la noche. Ella contara las
humillaciones, los golpes, las felaciones, el miedo, la vergüenza, las horas
por vivir, las horas para morir. La recaudación la cuenta el proxeneta, el
productor televisivo, el publicista, el director del periódico…
Y
detrás….mujeres, personas,
sufrimiento, esclavas, sueños, dolor, …esperanza.
Y
delante…nosotros, nosotras,
concienciándonos, viendo y enseñando, ayudando, comprendiendo y socorriendo,
denunciando y acabando con esta práctica de dominación y mercantilización de
cuerpos que nos destruye, como seres humanos y como sociedad…porque somos gente que se preocupa por la
gente.
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